Los libreros ponían entremezclados algunos de autores importantes, supongo que remanentes, a precio de saldo. El que lo encontraba se lo llevaba orgulloso de su buena suerte.

Yo recuerdo haber encontrado libros de Sábato, Cortazar, Silvina Bullrich, y algún Borges en ese maremagnun de papel, que le daba al lugar un olor característico. También antiguas revistas como Caras y caretas o El mosquito entre otras, eran ofrecidas al público lector.

Visitar estas librerías era como un viaje al pasado que terminaba en el presente a la hora de abonar. Siempre había algún gato paseando sobre los anaqueles y, en algunos casos, hasta se establecía una cierta relación con el vendedor cuando se era visitante asiduo.

Actualmente, en Rosario, el Centro Cultural Fontanarrosa y la Asociación de Librerías de Viejo organizan anualmente un evento similar al organizado por la ciudad

«La iniciativa surge como una manifestación cultural, inédita hasta hace seis años, en la que participan librerías locales con el objetivo de mostrar los libros que habitan en las bibliotecas’.

 En calle Corrientes este domingo