El legislador porteño por Encuentro Popular para la Victoria Francisco “Tito” Nenna presentó en la Legislatura un proyecto de ley que tiene por fin declarar patrimonio cultural de Buenos Aires a todas las calles adoquinadas de la Capital Federal, y no sólo a las que forman parte del Casco Histórico o están alrededor de un sitio de protección histórica o un monumento de la misma especie.
La propuesta del legislador y vecino de La Boca (que debe pasar satisfactoriamente por las comisiones de Espacio Público, Cultura y Obras Públicas para que pueda ser tratado en el recinto) contó rápidamente con el apoyo de varias asociaciones vecinales que luchan por el cuidado y mantenimiento del patrimonio material e inmaterial de la ciudad de Buenos Aires.
Según lo subraya el propio Nenna, el proyecto cuenta con “un fuerte apoyo de las organizaciones sociales”, aunque pone especial énfasis en la actitud que tendrá Pro (bloque mayoritario en la Legislatura), a la hora de tratar esta iniciativa: “Esperamos que prioricen la preservación de la identidad barrial y el cuidado del medio ambiente por encima de potenciales negocios con empresas constructoras”, propone.
La ciudad que tiene a la piedra de granito como protagonista de su imaginario e historia, vive un presente de asfalto que atenta contra la memoria colectiva de los porteños. Un proyecto de ley respaldado por ONG`s especializadas busca revertir el curso de esta política pública.
Tiene presencia en los recuerdos más antiguos de la memoria colectiva porteña; su origen se remonta a la construcción misma de esta ciudad y su nombre sirve para dar cuenta de las experiencias personales vividas por quienes lo gambetean (o no) a diario. Sirvió en su momento para darle peso específico a los barcos contrabandistas europeos y refuerza desde siempre la identidad de los porteños. Contar con los adoquines entre el paisaje urbano de Buenos Aires es bastante más que un elemento coyuntural de la construcción, es descubrir y caminar a diario por las historia y el presente de una ciudad que habla de aquellos en sus imaginarios, recuerdos, artes y cotidianidad barrial. No tenerlos más, suplantarlos por capa asfáltica, no es –como contrapartida- sólo una decisión de “modernización” ciudadana.
El arquitecto Carlos Blanco, miembro de la ONG Basta de Demoler, que combate en toda la ciudad los proyectos inmobiliarios que para su nacimiento derrumban espacios y construcciones que forman parte de la historia y memoria colectiva de esta urbe, se pronunció sobre la iniciativa de Nenna, y el especialista la defiende con el argumento de indestructibilidad que poseería el adoquín.
Es que para Blanco, al adoquín no hay “forma de rebatirlo desde el punto de vista patrimonial, ecológico y funcional”. Las prestaciones que presentaría esta piedra de granito llegada a Buenos Aires en los barcos provenientes de Europa a fines del siglo XVIII y principios del XIX, que lo usaban como lastre para llevarse los cueros salados, es irrefutable y dignas de repasar.
“El asfalto es lo más contaminante que existe, no pasa ninguno de los parámetros medioambientales. Todos los solventes que tiene el asfalto son contaminantes. Por ejemplo, si se quiere instalar una huerta sobre una calle asfaltada (como prevalecían en 1840) habrá que remover previamente una capa de tierra de aproximadamente 60 centímetros”, ejemplifica el arquitecto y militante por la defensa del patrimonio porteño.
En tanto que el proyecto de Nenna especifica que se busca atender “los valores históricos, simbólicos, ambientales y de percepción del paisaje urbano” del centro y de los barrios de Buenos Aires, y advierte que “se puede modernizar la ciudad, pero con racionalidad e inteligencia, con una planificación urbana equilibrada” que hoy estaría ausente en las políticas publicas al respecto.
Al momento de atender al adoquín en sus funcionalidades vehiculares, Blanco levanta la bandera y alerta que “el escurrimiento de las aguas es otro tema importante. El adoquín lo permite y posibilita que la tierra de abajo cumpla su función y se lave, permitiendo que las napas subterráneas se enriquezcan en sí mismas”, en tanto que el asfalto “se alisa cuando debe mantenerse rugoso”.
Sobre la implementación de este proyecto, Nenna puntualiza que busca conformar “un área de gestión específica, tal como la tienen ciudades como Madrid o Viena”. En este punto, Blanco reconoce que “el único problema que puede presentar el adoquín es el de la mano de obra, que debe ser especializada”, es que “se perdió el conocimiento constructivo”.
Según el legislador porteño, Buenos Aires cuenta con alrededor de 3.600 calles adoquinadas, una cifra que iría en disminución por la intención del gobierno porteño de “asfaltar todo progresivamente”. Una actitud que no podría enmarcarse en los artículos de la Constitución nacional y de la Ciudad que versan sobre la protección y mantenimiento del patrimonio cultural argentino.
En tanto que para Blanco, esta iniciativa sería “un ladrillo de un gran edificio jurídico” integrado por los artículos 41 y 75 de la Constitución nacional, que hablan del patrimonio urbano y del derecho a la memoria y de los artículos 27 y 32 de la Constitución porteña, que lo “bajan” al ámbito local: “sobre este edificio de protección patrimonial aparece este proyecto para salvaguardar el empedrado”.
“En Buenos Aires, donde el turismo cultural se segmenta cada vez más hacia los barrios”, el cuidado del empedrado “tiene que empezar ahora”, alerta Blanco y sostiene: “Si el recurso natural, como en el caso de los adoquinados, lo hacés desaparecer matás a la gallina de huevos de oro y tenés que hacer lo que hicieron distintas ciudades europeas, importar adoquines. Esto habla muy mal de una sociedad”, concluye y llama a la atención.